lunes, 12 de enero de 2009

Desde el otro lado.


No pude esquivar el impacto frontal y mortal,
no puedo escapar de un repentino destino fatal.
Llegó el final de mis días como una punzada,
y tras tres vueltas de campana, atravesé la ventana.
Desangrado en la calzada, visión de mi propio entierro,
veo a la muerte vestida de negro.
Me aferro a mi esperanza,
pero mis fuerzas no alcanzan para respirar,
y tanta añoranza me hace delirar.

Testigo de mi propio holocausto con sólo treinta,
moribundo y exhausto en una autopista desierta.
Mi mente aún despierta, dice que aguante,
pero mi cuerpo agonizante vive su último instante.
Trepidante sensación mientras elijo una oración,
dudo si Dios es tan sólo una ilusión. 
Desesperado y sin tiempo para una mísera lágrima, 
escribo mi última página y recuerdo mi infancia en milésimas.

Me elevo, me veo tirado en el suelo, ya no hay dolor.
Ángeles, demonios danzan a mi alrededor.
Veo un resplandor frío como una roca; choca contra mí, me toca,
y una voz invoca en mi interior.
Soy la muerte y he venido a llevarte conmigo,
¿pero que será de mi esposa y mi hijo, mis padres y amigos?
No mires atrás y olvida el tormento,
a ellos les tocaré y me llevaré su alma cuando llegue el momento.
Pero aún me queda mucho por vivir, mucho por hacer,
mucho por amar y sentir, no me puedo ir.
Éste ya no es tu mundo, has cruzado al otro lado.
Tu hora ha llegado y no la puedes elegir.

No hay comentarios.: